martes, 24 de mayo de 2011

300 Senderos de la Provincia de Cádiz

Cuando me comentaron que la Diputación Provincial de Cádiz había sacado una publicación llamada “300 Senderos de la Provincia de Cádiz” me alegré de veras. Me gusta andar por el monte y conozco algunos senderos en la provincia, buena parte de los más conocidos y otros pocos menos transitados. Pero trescientos senderos son muchos senderos, así que pensé que seguro que tendría que haber unos cuantos que me interesaran; llevo tiempo queriendo conocer ciertas zonas y cada vez que lo intento solo encuentro vallas. Me alegré aún más cuando comprobé que tenían colgada toda la información en internet y que se podía descargar tanto la publicación como los tracks de las rutas para el GPS. Y confiaba en que, como todo el contenido estaba respaldado por un organismo público, podría andar con la tranquilidad de no encontrarme con el guarda que te pregunta “adonde va” o directamente te increpa con eso de que estás en un terreno privado.
La peña en la que se alza el castillo de Fátima, desde la ruta
Con ilusión y un par de rutas cargadas en el GPS salí el martes pasado tempranito de casa. El primer sendero que abordo es el número 113, la subida al Pico de La Silla. Tenía noticia que desde el Aula de Naturaleza de El Higuerón se podía llegar, pero alguna vez que había pasado por allí con intención de subir encontré la cancela cerrada. La ruta que aparece en la publicación de Diputación parte de otro punto y es totalmente distinta. No la había visto antes y era toda una tentación. Gracias al GPS no me cuesta encontrar el comienzo del sendero y tiro para arriba. Pronto vi mi gozo en un pozo; menos de un kilómetro más adelante encuentro el camino cortado por una cancela cerrada con candado, y con letreros de “Prohibido el paso” y “Finca privada”. Sorprendido, me quedé un rato pensando qué hacer y buscando alguien a quien preguntar. Al final decidí no perder más tiempo e intentar la otra ruta, que me parecía más fiable. Después de dar tumbos por Ubrique termino por encontrar la depuradora, y el inicio de la ruta 130 que sube al Castillo de Fátima. He visto infinidad de veces los restos en lo alto de la peña y pensado que tendría que encontrar algún día la manera de subir, así que cuando vi esta ruta en la lista la descargué. El camino que me señalaba el GPS no ofrecía dudas; estuvo asfaltado en su día y aunque no se encuentra en muy buen estado resulta cómodo para caminar. A medio camino del castillo me encuentro de nuevo con una cancela que cierra el sendero y los consabidos letreros, que se pueden ver en la foto. Estuve dando vueltas por los alrededores a ver si había alguna alternativa, pero no la encontré así que me di la vuelta.
La cancela que corta el sendero del castillo de Fátima
Y aún ahora no sé de qué quejarme, si de la cantidad de puertas que se le ponen al campo o de que se publique información incompleta o mal contrastada. No tengo la menor duda de haber encontrado los caminos que señala la guía, y en esta se dice claramente que no hacen falta permisos para ninguna de las dos rutas que intenté. Por otro lado hay quien se apropia indebidamente de caminos y terrenos públicos, como en el tramo del Corredor Verde de las Dos Bahías en la finca del Alisoso o en el camino desde Benamahoma a Zahara de la Sierra, y las autoridades no se lo impiden. Así que no me he enterado si estas dos rutas transcurren por terrenos privados y el autor no lo sabía, o bien son caminos públicos que ha sido usurpados y las administraciones competentes hacen la vista gorda.
Si alguien lee esto y sabe alguna cosa más, le agradecería que lo comentara. Yo pienso seguir explorando rutas y si me entero de algo lo contaré aquí.

jueves, 19 de mayo de 2011

Los islotes del Beagle

El 31 de diciembre de 2006, recién llegado a Ushuaia, no sabía muy bien qué hacer. Era mi primera campaña antártica, viajé solo y aún no había localizado a ninguno de los compañeros que atravesarían conmigo el Drake, así que me decidí por la visita más clásica.
Colonia de cormoranes reales
En el muelle turístico de Ushuaia se puede encontrar una amplia oferta de barcos que te llevan a dar un paseo por el Canal del Beagle. Las rutas pueden diferir, igual que el tamaño de los barcos, pero al final todos los visitantes acaban con una foto del mismo faro pintado de rojo y blanco. Como en Ushuaia la publicidad dicta que todo es “del fin del mundo”, dicho faro es para mucha gente El Faro del Fin del Mundo. Pero el que dio lugar a la novela de Julio Verne estaba en la Isla de Los Estados, también en Tierra del Fuego, pero fuera del Canal del Beagle, mientras que el de Ushuaia tiene el nombre de Les Éclaireurs (Los Iluminadores, en francés).
Cormoranes roqueros
Por consejo del chico que hacía el turno de noche en la recepción del hotel elegí un barco pequeño para visitar varios islotes del Beagle: nos llevó a la Isla de Lobos y a la de Los Pájaros, antes de desembarcar en una de las Islas Bridges.
Lobos marinos de un pelo
La visita resultó entretenida, pero el mejor recuerdo fue la impresión que me dejó el primer contacto con la flora y la fauna austral. Los lobos marinos de un pelo, o leones marinos, seguían sesteando sin hacer caso al barco que se acercaba; para mi gusto demasiado, tanto por el peligro de las rocas como por las molestias que podía ocasionar a los animales. Lo de “un pelo” se refiere a que tienen un solo tipo de pelo, a diferencia de los de “dos pelos”, que tienen pelos de dos tipos: unos más finos y suaves y otros más gruesos y ásperos. De éstos me ocuparé más adelante.
Gaviota gris merodeando entre cormoranes reales
De la misma manera visitamos colonias de cría de cormoranes roqueros y reales, con skúas y gaviotas grises rondando entre los nidos con intención de pillar algo que llevarse al pico.
El Canal del Beagle
Una de las razones por las que me embarqué esa mañana es que no encontré gente para hacer una ruta en Lapataia. Y debo confesar ahora que la otra fue el miedo que tenía a la travesía del Drake; necesitaba probarme como marinero pero, claro, no hay comparación posible entre el Beagle y el Drake.

lunes, 9 de mayo de 2011

De petirrojos y otros volátiles.

Salir al campo es siempre una aventura, la naturaleza nunca deja sorprendernos cuando nos acercamos con curiosidad. Pero a veces ofrece regalos que nos hace sentirnos especialmente afortunados.
Petirrojo
Uno de estos casos me ocurrió hace cosa de una semana en el sendero del Majaceite entre El Bosque y Benamahoma. Hace la tira de años que no recorría esta ruta, no porque no me interese, sino porque suele estar demasiado transitada para mi gusto. Prefiero sitios más solitarios, pero esta vez íbamos mi amigo Javier y yo, un jueves que ambos podíamos, buscando una planta muy especial. No la encontramos, pero esta es otra historia; la contaré cuando por fin encontremos la esquiva plantita.
Pico picapinos
Íbamos por el sendero cuando en un tramo del río vimos un petirrojo dando saltitos en la orilla. Automáticamente desenfundo mi cámara con la esperanza de poder tomarle una foto – debo decir que ahora tengo una Panasonic FZ28 – pero con el convencimiento de que en cuanto la tenga preparada se va a alejar volando. Para mi sorpresa sigue buscando su alimento sin preocuparse de mí, así que tras tomarle unas fotos apresuradas a pulso, decido arriesgarme a desplegar el trípode. Lo consigo y me permite sacarle unas cuantas fotos más a placer, mientras se acerca descaradamente. Pero no queda ahí la cosa. Unos pasos más adelante vuela un pico picapinos y se posa en un tronco a pocos metros, mientras que en la orilla del río aparece un macho de curruca capirotada, no tan confiado como el petirrojo pero se acerca bastante.
Curruca capirotada
Estas casualidades no suelen repetirse pero, por si acaso, a la vuelta traía la cámara montada y el trípode desplegado. La suerte seguía conmigo. Apareció la curruca y también el petirrojo. O mejor los petirrojos, porque en un momento dado tenía tres a la vista. Iban siempre separados, recorriendo la orilla corriente abajo, buscando bichitos para comer, y me pareció que cuando terminaban el tramo volaban en sentido contrario para repetir la operación. Esta vez alguno de ellos se acercó tanto que prácticamente se metió entre las patas del trípode.
Otro petirrojo (o el mismo de antes)
Solo de petirrojos ya hice más de cuarenta fotos. Sé que ninguna va a ganar un concurso, ni lo pretendo, pero unas cuantas me gustan bastante y disfruto enseñandolas a los amigos y a la familia. No tengo equipo para digiscoping, ni mi cámara tiene la calidad de una reflex, ni siquiera tuve que trabajar  mucho las fotos acechando y escondiéndome. Fue simplemente suerte. Un regalo.

viernes, 6 de mayo de 2011

Ushuaia, prólogo de la Antártida

He tenido la suerte y el privilegio de participar en dos campañas antárticas y vivir en la base Juan Carlos I. Trabajar en un entorno único, en pleno contacto con la naturaleza, conviviendo estrechamente con un equipo de personas de gran calidad humana, es una experiencia que me ha marcado profundamente. Por eso, ahora que decido poner pensamientos e imágenes aquí, en mi primer intento de blog, no puedo dejar de pensar en la Antártida.
Ushuaia, desde el Canal del Beagle.
En las dos ocasiones en que ido al Sur, la puerta de entrada (y de salida) y principio de la aventura ha sido Ushuaia, adonde he volado desde Buenos Aires. Lo normal es llegar un par de días o tres antes de la fecha prevista para que zarpe el buque Las Palmas, ya que el Paso de Drake tiene merecida fama de ser uno de las zonas más peligrosas para la navegación y los planes están siempre a expensas de la meteorología, así que he tenido algún tiempo para visitar la ciudad y los alrededores.
La avenida de San Martín, a una hora bastante temprana.
Ushuaia, capital de la provincia argentina de Tierra de Fuego, Antártida e Islas del Antártico Sur, se asoma a la orilla del Canal del Beagle y está considerada la ciudad más austral del mundo. La avenidad de San Martín es punto de encuentro con los compañeros; los camaradas de otras campañas y los que acabas de conocer. Te cruzas con ellos calle arriba y calle abajo mientras haces las compras o buscas un teléfono público, y quedas para comer o conversas mientras paseas.
Una esquina de la avenida de San Martín.
Las visitas obligadas fuera de la propia ciudad son la Bahía de Lapataia y el paseo en barco por los islotes del canal. Al menos para los que no llevan más allá de dos o tres campañas a sus espaldas, porque los veteranos se sienten ya ajenos a estos intereses. Tienen la mente en sus proyectos y en las faenas que les esperan, y en parte tienen su justificación. En Ushuaia estamos de paso. Nuestro destino está más al sur, pero hay que atravesar el Drake, que se puede poner muy difícil.
No, no es el Faro del Fin del Mundo, aunque haya quien lo crea.